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miércoles, 13 de enero de 2010

La Tuberculosis en el Perú


La tuberculosis ha causado y sigue causando estragos en el género humano, de preferencia en la población de escasos recursos, por lo que se le llama «la enfermedad de los pobres».


Desde Hipócrates se conoce la tuberculosis, aunque al parecer, él no fue tuberculoso, sin embargo contribuyó al conocimiento de la enfermedad; creó la palabra «tisis» que quiere decir consunción (adelgazamiento extremo) y describió tan bien la enfermedad que hasta nuestros días nos han llegado sus alcances semiológicos al describir «la facies hipocrática», la fiebre vespertina o «fiebre héctica».


En el Perú, la tuberculosis existe desde la época del Antiguo Perú y aumento considerablemente durante la Colonia. La tradición popular narra que el Inca Tupac Yupanqui, atacado por la enfermedad, eligió a Jauja para descansar y reponerse, por ello la fama de esta ciudad para el tratamiento de la tuberculosis.


Durante la Colonia citamos a Isabel Flores de Oliva (Santa Rosa de Lima), quien padeció de la enfermedad. Por lo mismo fue designada patrona de los tuberculosos y el Día del Tisiólogo se celebra el 30 de agosto, día de la santa. El cuadro pintado por Medoro en 1617 en la Basílica de Santa Rosa, muestran a Isabel Flores en esa estado de enfermedad.

En el siglo XIX, entre tantos enfermos famosos en el Perú, citamos a don Manuel Pardo, futuro Presidente de la República, quien recobró la salud gracias a su permanencia en Jauja. También citamos a Juan M. Byron, médico de la Promoción 1885, que muere muy joven de tuberculosis en Estados Unidos en el curso de sus estudios en Bacteriología, víctima de una inoculación accidental.
Luego, ya en este siglo, abundan los personajes, pero solamente citamos a tres: con toda verosimilitud, Felipe Pinglo, el gran bardo criollo que falleciera un 15 de mayo de 1936 en la Sala de Santo Toribio del Hospital Dos de Mayo. El popular Alejandro Villanueva, baluarte del Alianza Lima, quien viviera sus últimos días en su lecho de enfermo, en la sala Santa Rosa del Hospital Dos de Mayo, en 1944.


Mencionaremos algunos datos importantes en la lucha antituberculosa en el Perú. El Dr. Aníbal Corvetto, Promoción 1902 de San Fernando, fue el primer tisiólogo del Perú y el primer jefe de la sala de Santa Rosa del hospital Dos de Mayo.


Mencionar asimismo al sanatorio Olavegoya de Jauja, que alcanzó su apogeo entre 1932 y 1950 bajo la dirección de José Elías García Frías. Se recuerda también la creación de la cátedra de Tisiología de la Facultad de Medicina de San Fernando con Ovidio García Rosell en 1934, la Fundación de la Sociedad Peruana de Tisiología en 1935 por hombres de la talla de O. García Rosell, Juan Werner, Juan M. Escudero Villar, Luis Cano Gironda, Max Espinoza Galarza, Leonidas Klinge, entre otros.

Y luego el Hospital Sanatorio de Bravo Chico, ahora Hospital Hipólito Unanue, donde ha continuado formándose la crema de la tisiología nacional, ahora escuela neumológica.


Extraído de: Imágenes Históricas de la Medicina Peruana. Por: José Neyra Ramirez.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Daniel Alcides Carrión (4/6)


La Enfermedad de la Verruga o Verruga andícola, ya se conocía en el Perú desde tiempos precolombinos. Los antiguos pueblos Moche y Chancay la padecieron, y dejaron testimonio de ello en su cerámica.


Se aprecian huacos donde aparecen pobladores de aquellos tiempos, con el cuerpo cubierto de grandes verrugas, hablan por sí mismos de la difusión y el impacto que tenía la enfermedad en las comunidades desde aquel entonces.


La Verruga es una dolencia propia de los valles interandinos que se ubican entre los 500 y 3200 metros sobre el nivel del mar (msnm), y es muy conocida en el Perú, Ecuador y Colombia. En nuestro país, es más persistente en los departamentos de Ancash, Lima, Cajamarca, La Libertad y Piura (Valle Norte Peruano). 


En quechua se le conoce con el nombre de “Sirki” (verrugas de sangre) o “Kccepe; con estas palabras se la diferencia de le verruga pequeña y ordinaria, llamada “Ticti” (Verruga vulgar).


Durante la Colonia, la verruga fue una epidemia que cobró muchas vidas entre los conquistadores. Los españoles atribuyeron su origen a las aguas estancadas de los puquios y lagunas pequeñas. Ellos pensaban que esas aguas despedían una emanación maligna e insalubre, que infectaba a los humanos, haciéndole brotar esos granos horribles que conocían como Verruga; por eso evitaban pasar cerca de los puquios, y por supuesto, jamás bebían de ellas.


Antes de venir a Lima, cuando todavía vivía en su Cerro de Pasco natal, Daniel Carrión escuchó los comentarios acerca de unas fiebres desconocidas, que estaban atacando a los trabajadores que construían el Ferrocarril Central. Se le llamaba Fiebre de la Oroya, en alusión al destino del primer tramo del ferrocarril.


La audacia de su constructor, don Enrique Meiggs, hizo posible que la línea del ferrocarril venciera las gigantescas cumbres andinas, atravesando páramos y nevados, por donde jamás se habían atrevido las máquinas humanas.


Sólo esa fiebre maligna, que batía por cientos a los trabajadores, pudo poner en riesgo su empresa. Los obreros desertaban y huían asustados a sus pueblos, al ver que de cada cien compañeros infectados, veinte no lograban superar la enfermedad; y morían sin remedio en los hospitales de campaña, ante la impotencia de los médicos.





7 mil trabajadores dejaron su vida en la construcción del ferrocarril. Incluso, existe un Puente llamado Verrugas, hoy llamado Puente Daniel Carrión, ubicado en el Km 84 de la vía del ferrocarril central, en Huarochirí, Lima. El puente de acero, esta a 1800 msnm, tiene 218 metros de largo y se halla a 80 metros sobre la carretera central, tuvo tantos muertos por la enfermedad durante su construcción como durmientes (traviesas horizontales) tiene la vía.


Daniel Carrión, que ahora estudiaba la Enfermedad de la Verruga, encontró que los síntomas de la fiebre de los trabajadores ferroviarios, se parecían muchísimo a la enfermedad que él estaba investigando.


En las Historias Clínicas que el coleccionaba, había anotado que los brotes verrucosos eran precedidos de una fiebre similar, también causante de anemia. Pero sus observaciones no lograban cuajar en una teoría definitiva; los numerosos conceptos contradictorios o equivocados propios de la época, lo hacían dudar, revisar conceptos y buscar lecturas más actualizadas.


La Fiebre de la Oroya, en efecto, se parecía mucho a la Verruga; nadie podía afirmar categóricamente, que ambas eran la misma enfermedad. Lo peor de todo, eran las pocas herramientas con que podía contar un investigador de ese tiempo. La ocupación chilena mantenía bloqueados nuestros puertos, y la información científica proveniente de otras partes del mundo, no lograba entrar en el Callao.


Pero los ocupantes al fin se fueron, se acabaron tres años de incomunicación entre los investigadores del Perú y del mundo. Según relata el Dr. Uriel García, ex Ministro de Salud, entre enero a julio de 1884 llega una avalancha de noticias: “todos los estudiantes, los profesores de medicina se admiran de ver existían las bacterias, los cocos, los bacilos”, noticias que recién llegaban al Perú “aprendieron que el hematozoario de Laveran era el causante del Paludismo, descubierta en 1882, el descubrimiento del Bacilo de Koch el mismo año”; es decir, hay toda una avalancha de información que motiva la imaginación creativa de los jóvenes estudiantes.



Carrión se quedó impresionado con el mayor descubrimiento científico de entonces: Los Microbios. El avance de la ciencia había permitido a los científicos asomarse a un mundo microscópico, que era más peligroso para el hombre, que cualquier arma sobre la tierra. Por primera vez se conocía de la existencia de los Virus y de las Bacterias.


Sus dudas empezaban a aclararse, y en todo caso, para conocer a profundidad algunas enfermedades, supo que había un método novedoso y audaz: las inoculaciones. Inyectarse los microbios de una enfermedad y estudiar la evolución en el propio cuerpo.


En su cuaderno de notas escribió: “estas oscuridades, estas incertidumbres, dejarán de existir, estoy seguro, el día en que la práctica de las inoculaciones se domicilie entre nosotros”. No espero mucho tiempo más, hasta ese momento había registrado en nueve historias clínicas, el proceso de la enfermedad verrucosa; decidió que él mismo sería la décima historia.


Qué demostraría al inocularse y reproducir la enfermedad de la verruga en su propio organismo:
Primero: Que la enfermedad era producida por un germen, capaz de pasar de un ser humano a otro. De este modo, quedarían desechadas las teorías que todavía sostenían, que la enfermedad tenía su origen en los vapores de las aguas estancadas.
Segundo: Despejar lo que llamaba “oscuridades” e “incertidumbres”, y confirmar sus sospechas de que había una relación sustancial entre la Enfermedad de la Verruga y la Fiebre de la Oroya. A partir de allí, sería más fácil el recorrido, hacia un tratamiento efectivo.


La mañana del 27 de agosto de 1885, Daniel Carrión llega al Hospital Dos de Mayo, viene resuelto a inocularse sangre del brote de verruga de la paciente Carmen Paredes, una joven de 15 años, a quien había localizado días antes en el Pabellón Nuestra Señora de las Mercedes. Sabía a lo que se enfrentaba al inocularse, no era un hombre ingenuo o puramente atrevido.


En esta sala se disponía a culminar 4 años de investigaciones, sabía y así lo había escrito, que el microbio incubaría en su cuerpo durante un tiempo indefinido, entre 8 y 40 días, y que después le vendría un periodo de malestar general y cansancio, seguido de otro momento de intensos dolores óseos, y fiebres de más de 40 grados. Esos iban a ser sus padecimientos, pero no iba a morir; era un experimento riesgoso, pero la enfermedad no era necesariamente fatal.



Tanto él como el Dr. Evaristo Chávez, su amigo médico, intento disuadirlo, y que luego lo ayudó a inocularse, al ver que su decisión era indeclinable. Esperaban que como otros enfermos de Verrugas, él pudiera salir adelante; sin embargo, Carrión le confesó a uno de sus amigos, que de no remontar la enfermedad, habría pagado con su vida, su deseo de prestar un servicio importante a la humanidad doliente.


Durante los inciertos días que vendrían después, tendría que esperar y observar atentamente su propio cuerpo


Extraído de: "Grandes Biografías". Por: Alejandro Guerrero.

martes, 20 de octubre de 2009

El Ritual de la Ayahuasca



Según las vendedoras de plantas medicinales del Mercado de Belén, en la amazónica ciudad de Iquitos – Loreto, en Perú, la Ayahuasca es una planta medicinal, con efectos curativos múltiples. Entre sus propiedades, manifiestan ellas, “eliminan las toxinas orgánicas”, “limpian los tubos intestinales”, “sacan todo tipo de enfermedades del organismo”, “para desintoxicarse”; además, agregan, “es el mejor purgante amazónico que existe”, y dentro de la propiedad más difundida: “alucina también”, “te purifica, te limpia”. Ellas afirman que desde tiempos ancestrales lo usaban para eliminar “el daño” y “cuando te ojean”, finalizan.


El Ayahuasca es una liana que crece en casi todos los rincones del Amazonas. Es conocida y reverenciada por todas las tribus indígenas como un elemento básico dentro de sus costumbres curativas, por lo que constituye el fundamento de su Medicina Tradicional. La palabra Ayahuasca pertenece al quechua y significa “soga del alma”.


Esta palabra tiene dos usos significativos dentro de la amazonia peruana: Primero: Para designar a la planta (Banisteriopsis caapi) que es una liana normalmente de color marrón rojizo; y Segundo: Para designar al preparado enteógeno (a base de sustancias vegetales) utilizado por los chamanes amazónicos con fines mágicos, curativos y adivinatorios.


La preparación de la Ayahuasca, es realizada por los expertos chamanes amazónicos, quienes manifiestan que su elaboración es básico, primero, La Ayahuasca: “se lo machaca con un mazo sobre el palo de Ayahuasca”, luego se pone a la olla. Esta olla, tiene hirviendo previamente con una hoja de Lobo Sanango (Tabernaemontana sananho), una hoja de Achuni Sanango, dos hojas canelilla (Cumaceba), una hoja de Toe (Brugmansia suaveolens), 350 hojas de Chacruna (Psychotria viridis) y 15 flores de Chiric Sanango (Brunfelsia grandiflora).


Luego durante la ceremonia, y previa a la invitación a probar el preparado, el chamán ayahuasquero realiza los cantos utilizando los instrumentos musicales amazónicos, con lo que hacen la invocación a los Icaros. Los instrumentos musicales son muy importantes en la ceremonia de la Ayahuasca, manifiestan los chamanes: “los cantos se convierten en Icaros” (canciones ayahuasqueras), “Si no hay canto, no hay nada” recalcan.


Se dice que mediante estas canciones los chamanes dirigen y transfieren parte de su energía a las personas. Los ícaros también son utilizados para cargar energéticamente objetos ceremoniales con el fin de dotarlos de cierto poder antes de ser utilizados. El chamán icara siempre el Ayahuasca antes de darlo al paciente.


Este ritual permite al chamán conectarse con sus Dioses, incluso con animales que ellos temen, dentro del contexto amazónico, por ejemplo los Jaguares. Es decir, les sirven como retos, dentro de los miedos que ellos tienen a la naturaleza.


Cuando se toma la preparación de la Ayahuasca, manifiesta Erlinda Fernández, una chamana amazónica, “se aparecen visiones a los que tienen enfermedades, se sienten mal, aparecen tristezas”. Para saber que enfermedad padecen las personas, es que se toma la Ayahuasca, y de esa visión “miramos donde está su enfermedad, de que viene, de donde viene”. Ellos determinan si la enfermedad tuvo su origen en los elementos de la naturaleza, “del agua, de la tierra, del cielo o del viento”, afirma.



En el video que se muestra, se evidencian las manifestaciones del ritual de la Ayahuasca. Desde el momento en que se bebe una copa del preparado, las primeras manifestaciones aparecen después de 40 a 60 minutos aproximadamente, se empiezan a visualizar luces psicodélicas de todos los colores, el cuerpo se siente con mayor ligereza, incluso se da la sensación de estar separado del piso y la percepción de estar en “otro nivel”.


Los sentidos se sensibilizan a un nivel nunca antes percibido por el que se somete al ritual ayahuasquero. Luego de una hora más, cambia el efecto psicodélico por la visión de imágenes de seres inmortales, míticos, religiosos o de miedos o temores que el paciente tiene por recuerdos en su subconciente más profundo. 


Rómulo Lizarraga Valencia, quien se sometió a este ritual en la selva de Puerto Maldonado, en compañía de turistas, justo en ese momento de cambio, empezó a ver una luz y unas graderías, manifiesta que “empecé a subir las gradas, y en lo alto, una luz brillante y blanquecina”, según su manifestación se le apareció una mujer vestida de tul blanco, “me dijo que era la Virgen María, y ella me llamaba”, finalizó.


El efecto del Ayahuasca se termina aproximadamente a las cinco horas, ya casi al amanecer, ya que estas ceremonias se realizan principalmente alrededor de la medianoche.


Según la explicación científica que se le da a la Ayahuasca, todas esas imágenes que se les presentan a los chamanes, son producto precisamente de los efectos de los alcaloides. La combinación de la Psychotria viridis (Chacruna) le permite a la Banisteriopsis caapi (Ayahuasca) actuar a través de sus alcaloides. Según el Dr. Jorge Alonso, Presidente de la Asociación Argentina de Fitomedicina y estudioso del tema, manifiesta que si nosotros consumiéramos solamente la planta de Ayahuasca, por la cocción de su corteza, no actuarían los principios activos, por que se inhibirían a nivel del estómago. La incorporación de la Chacruna permite que justamente se inactiven esas enzimas, que no permiten los alcaloides de la Ayahuasca.


Quien se aventure a una sesión de estas características, deberá hacerlo de la mano de un especialista, un verdadero maestro ayahuasquero, con todos los cuidados que estas experiencias requieren. Estas plantas sagradas se deben utilizar en el momento perfecto, en el lugar perfecto, con curanderos que sepan utilizarla; y este ritual se debe hacer en la selva, no en la costa, ni en la sierra.


La Ayahuasca, al igual que otras plantas, como la hoja de Coca o en cáctus San Pedro, son hierbas muy utilizadas por la medicina tradicional peruana y símbolos curativos representativos de la Selva, Sierra y Costa, respectivamente. Tal vez, quede realizar estudios más científicos para determinar las propiedades farmacológicas del preparado de la Ayahuasca; así como de cada una de las plantas que lo componen.

jueves, 15 de octubre de 2009

Daniel Alcides Carrión (2/6)


Cuando Carrión llegó a Lima, rápidamente pudo percibir los contrastes que dividían a la Capital del Perú. Las diferencias estaban a la vista, bastaba recorrer un poco sus calles: Un centro colonial de casonas, grandes puertas y balcones tallados; y en las afueras, las viviendas rústicas, donde vivían la mayoría de sus casi 100 mil habitantes.


Durante sus primeros días en la capital, caminó por los hermosos balnearios de Lima (Miraflores, Barranco y Chorrillos), construidos con el dinero de la explotación del guano, de los minerales y de las haciendas agroexportadoras. Posiblemente quedó maravillado por la visión del Océano, tan plano y extenso, y en tono diferente, al paisaje accidentado y pétreo de su tierra andina.


Pero él había venido a buscar la Lima intelectual, la capital ilustrada, la de los maestros que escribían en los periódicos y publicaban libros. Esa Lima, empezaba en el Colegio Guadalupe, el más antiguo y prestigioso del país, donde se matriculó para terminar su secundaria.


Los hombres que dictaban clases allí, eran más que profesores, eran los líderes intelectuales de la época; y los alumnos, casi niños todavía, tenían la oportunidad de compartir con ellos, las teorías más novedosas y las ideas más avanzadas de la época. 


Los días escolares también amigos, su carácter reservado se abrió a 4 condiscípulos, con quienes empezó una larga y entrañable relación. Sus nombres han quedado unidos al suyo: Mariano Alcedan, Casimiro Medina, Enrique Mestanza y Julián Arce. Años después, todos ellos estarían junto a su cama de enfermo, cuidándolo y alentándolo, cuando realizó el riesgoso experimento de estudiar la Fiebre de la Oroya en su propio cuerpo. 


Tal vez estos 4 amigos sonrieron sorprendidos cuando Carrión les comunicó que había pensado ponerse un nombre más, para unirlo al de Daniel, con el que lo bautizaron sus padres. Quería llamarse Alcides, porque en el curso de griego, había descubierto que "Alcides" significa "fuerte y sereno ante las adversidades". El quería desde ese momento, honrar y merecer ese nombre. Y así se quedó: Daniel Alcides, por decisión propia, y para siempre.


Terminando sus estudios escolares, los 5 amigos ingresaron a la Facultad de Ciencias de la Universidad Mayor de San Marcos. Los estudios en estas aulas eran requisito, para 3 años después, postular a la Facultad de Medicina de San Fernando. 


Durante esos primeros años en la Facultad de Ciencias, Carrión y sus amigos discutían y asimilaban la nueva visión del mundo, que venía desde Europa. Como nunca antes, se buscaba explicar la naturaleza mediante leyes; y generalmente, contradiciendo la propia fe.


Para los jóvenes de entonces se hacía dificil, que todo se movía, de acuerdo a la divina providencia. La razón y la Ciencia, exigían repuestas más profundas. 


Entre el notable grupo de profesores de la Facultad de Ciencias, estaba el naturalista, don Antonio Raimondi. El dictaba clases de Historia Natural, Química Analítica y Minerología. Carrión le tenía una particular estima, porque el sabio italiano, en sus interminables recorridos por el Perú, había trepado hasta Cerro de Pasco, su lejana y entrañada tierra.


Allá en la puna, permanecían sus padres y hermanos (Teodoro y Mario), allá estaba el calor familiar, mientras él en Lima soportaba la nostalgia en modestas pensiones en Lima. En ese tiempo el joven Carrión escribió: "Mi jamás olvidada mamá, estoy haciendo todos los esfuerzos para estar en compañía de ustedes".


En sus breves periodos vacacionales, regresaba a Cerro, a esa tierra fría y solitaria, difícil de amar cuando no se ha nacido allí. Durante sus últimas vacaciones escolares no pudo viajar, tenía que prepararse para postular a la Facultad de Medicina de San Fernando; no había sido aceptado en un primer y apurado intento, pero no se desalentó. 


Decidió estudiar más intensamente, probar de nuevo, y en eso estaba, cuando una mañana del 5 de abril de 1879, los periódicos aparecieron proclamando en grandes titulares: "El Perú está en peligro, Chile nos declara la Guerra".







Cuando Carrión ingresó a la Facultad de Medicina, los ecos de la guerra eran cada día más amenazadores, Grau por el mar y Bolognesi por tierra habían perdido la principal defensa nacional; la ocupación enemiga de nuestro territorio, era cuestión de semanas.


Pronto, Lima vivía las estrecheses de la guerra y las angustias de una probable destrucción.


Extraído de: "Grandes Biografías". Por: Alejandro Guerrero.

martes, 5 de mayo de 2009

El Hampicamayoc



Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616), ilustre escritor e historiador peruano de la época de la conquista, de antepasados incas y españoles, describió a los llamados Hampicamayoc como personajes ligados al cuidado de la salud de la época más representativa del imperio incaico; fueron tenidos por médicos, no para curar a todos, sino sólo a los Reyes (Incas) y a los de su sangre y a los curacas y a sus parientes (Comentarios Reales de los Incas).

Entre los procedimientos más destacados señalaremos que los Hampicamayoc aprendieron que era una cosa provechosa, la evacuación por sangría y purga, donde se sangraban los brazos y las piernas. No era el procedimiento científico adecuado, debido al desconocimiento de la aplicación de la sangría ni la disposición de las venas, ellos procedían sobre las venas que estaban más próximas a la zona del dolor padecido. Cuando padecían cefalea intensa, se hacía sangrar la zona de la glabela (entrecejo), utilizando una lanceta basada en una punta de cristal de roca (Pedernal) sobre un palillo hendido como mango, el cual se coloca sobre la vena a sangrar y se golpea con un papirote; según relata Garcilaso, de esta forma abrían la vena con menos dolor que con las lancetas comunes.


Para aplicar las purgas tampoco procedían siguiendo un conocimiento sobre los humores, ni observando la orina, tampoco conocían la melancolía, la flema o la cólera. La purga se realizaba más bien teniendo salud que estando enfermos, y lo hacían ordinariamente cuando tenían síntomas de pesadez y sensación de llenura (apesgados y cargados). Para dicho procedimiento tomaban aproximadamente dos onzas del jugo de la Maca (descritas como raíces blancas que asemejan nabos pequeños), el cual era molido y dado a tomar en agua o en cualquier brebaje que ellos tomasen, siendo luego colocados frente al sol durante aproximadamente una hora para que el calor obrase en su acción.

El malestar es general en aquel paciente en purga, al inicio manifiesta síntomas de náusea (sensación semejante a los que se marean cuando entran al mar), vértigo (la cabeza siente váguidos y desvanecimientos) y parestesias (parece que por las coyunturas del cuerpo, venas y nervios andan hormigas) en brazos y piernas, a lo que prosiguen vómitos explosivos, así como cámaras diarreicas intensas, mientras dura el purgado, el paciente permanece en malestar general, mareado, pérdida del apetito y de la sed; incluso pareció ser útil como antiparasitario (“a vueltas salen lombrices, gusanos y cuantas sabandijas allá adentro se crían”). Terminada la purga, el paciente recupera su estado general, incluso manifiesta polidipsia y polifagia. Estos síntomas fueron descritos literalmente por el mismo Inca Garcilaso, quien tuvo que purgarse dos veces por un dolor de estómago que padeció en diferentes oportunidades.

La medicina de los incas tenía carácter primitivo y mágico. Creían que las enfermedades eran debidas bien a un pecado cometido, bien a la pérdida del alma como consecuencia de un susto o bien al ataque invisible de un hechicero. Los médicos o Hampicamayoc debían ser adivinos para hallar la causa de la enfermedad y adivinos para curarla. Las curas con hierbas eran lo más frecuente, pero los Hampicamayoc también realizaban intervenciones quirúrgicas como la trepanación.

miércoles, 15 de abril de 2009

Parto Vertical

Desde los inicios de la humanidad el nacimiento de los seres humanos se ha efectuado en posición vertical. Durante el S. XVII, en muchos países de Europa, se cambió la posición para el parto, con la finalidad de resolver algunos problemas durante el período expulsivo y evitar así la demora en la salida del feto; llegando incluso a utilizar cierto instrumental como el Fórceps para la asistencia externa del parto vaginal, hoy esta práctica ha ido en desuso.



En el Perú, tradicionalmente el parto se realizaba en forma vertical, conducido únicamente por la mayoría de la fisiología. Esto se evidencia a través de las cerámicas dejados por nuestros antepasados, donde se representaban a las nativas momentos antes del parto; así como a las encargadas de los cuidados maternales, antes y después del alumbramiento, quienes no eran las mismas mujeres que ejercían las funciones curanderas.

El parto se efectuaba por gravedad, lo que acusa un perfecto conocimiento clínico en su forma más fácil y normal. En la figura presentada vemos al marido que sujeta a la esposa por los flancos del vientre, sin duda para hacerle masajes y ayudarla para el alumbramiento, y a la partera dedicada con vigilante atención a la evacuación del nuevo ser. Junto a la parturienta están los utensilios y cajas que servían para estos casos. En cuanto a la expresión del trance, el artista ha sabido interpretarla con gran realismo: la faz de la mujer acusa con extraordinaria vivacidad los agudos dolores del alumbramiento; asimismo, podemos observar el vientre abultado y los
pechos endurecidos y desproporcionados.

Con la llegada de la medicina occidental, se sustituye este proceso natural por un conjunto de técnicas para hacerlo horizontal. Sin embargo, algunas regiones han conservado su costumbre ancestral que hoy tal vez sea bueno estudiar y difundir; tratando de que el Parto Vertical recupere la capacidad y la confianza en la propia naturaleza, sin renunciar a la tecnología, sino reservándola para las complicaciones y los casos de riesgo.

martes, 14 de abril de 2009

Médicos Mochicas

La defensa y la prolongación de la vida ha sido la principal preocupación del hombre de todos los tiempos, atrajo la atención y suscitó los esfuerzos de los antiguos peruanos de la costa norte del Perú (Ancash, Lambayeque, La Libertad), donde desarrollaron la Cultura Mochica (siglos I al VI d.C.), quienes, con espíritu científico, descubrieran las propiedades curativas de los metales, plantas y animales, hasta lograr establecer instituciones o profesionales exclusivamente dedicados a la defensa de la salud. Los ceramios nos han reservado noticias interesantes acerca de las enfermedades que los aquejaban y los procedimientos de curación que empleaban, los mismos que por sí solos revelan el alto nivel de su medicina.



A través de la cerámica mochica se ha logrado evidenciar que estos celebres médicos mochicas eran de ambos sexos. Las “médicos” mujeres eran de edad madura, normalmente sentadas en el suelo con las piernas cruzadas, de rostro severo y de prendas de vestir que aunque eran cortas, manifestaban a través de la manera en que estas eran llevadas, aires de superioridad y de elegancia, a su lado se evidenciaban cajas de medicamentos, amuletos y utensilios de curación. Los “médicos” hombres eran más bien de edad adulta, pero igualmente que las mujeres en su forma de sentarse y de vestir, incluso más lujosas, variadas y vistosas, eran sin duda de una jerarquía alta dentro de la sociedad moche. Al lado de estos, las famosas “chunganas” que son usadas como sonajas por los curanderos de hoy en día.





La manera como curaban a los enfermos está fielmente expresada en la cerámica: el paciente, completamente desnudo, era colocado en posición dorsal, y ocupaba el frente del curandero o curandera. Esta forma de auscultación al desnudo constituía la mejor manera de diagnosticar el mal y determinar su tratamiento. Entonces el curandero aplicaba las manos sobre el cuerpo del enfermo en las regiones adoloridas o inflamadas; luego, cerraba los ojos y con la cara hacia lo alto, en actitud de invocación, procedía a indagar la causa de la enfermedad y a descubrir el camino más seguro para combatirla. En la conciencia de estos antiguos curanderos influía lo sobrenatural y lo maravilloso. Sus invocaciones tendían, por lo tanto, a excitar el ánimo del enfermo y a lograr su confianza para que éste se resignara después, lleno de fe, a todo cuanto con él hiciera o le administrase su presunto galeno. Por consiguiente, en toda curación regía una poderosa influencia sugestiva, a más de las bebidas de propiedades hemostáticas, analgésicas, euforbiáceas, diaforéticas, entre otros, que se obligaba a tomar al paciente en procura de extirpar sus dolencias.



El pueblo consideraba a los curanderos como seres sobrenaturales. La recuperación de la salud fue un fenómeno que debió influir mucho en sus creencias y en su fe. Sus medicaciones están estrechamente unidas a los poderes curativos de las plantas y a una serie de actos a los que se les daba origen sobrenatural. Entre las principales enfermedades que fueron plasmadas en la cerámica mochica destacan el bocio, el exoftalmos y el mixedema, que evidencia una patología antigua en el Perú como es el cretinismo, manifestaciones venéreas como el lúe (Sífilis), casos de ceguera producidos por una conjuntivitis aguda, representaciones de onanistas semiesqueletizados, deformaciones sicóticas y lordóticas de la columna vertebral, idiocia aguda, casos de hermanos siameses, parálisis faciales, incluso cerámicos de labio leporino.



(Del libro Los Mochicas. Autor: Rafael Larco Hoyle. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera, Lima 2001)

Trepanaciones Craneanas en el Perú


Según el Traumatólogo Vicente García, se han descrito por lo menos 10 mil craneos con trépanos en todo el mundo, siendo los más conocidos los de Perú, aunque hayan también de otras culturas como en Inglaterra, en Alemania, en España, en el Cáucaso (entre Europa del este y Asia Occidental), en Argelia, incluso en Nueva Guinea, todos sitios muy distantes entre sí; sin embargo, coincidían con técnicas (aún desconocidas) que generaban orificios en el cráneo muy similares entre sí.

Los primitivos cirujanos de la costa del Perú (Cultura Paracas)  practicaron hace más de 1000 años (aprox. Siglo V d.C.) operaciones casi imposibles sobre las cabezas de los mutilados en la batalla, heridas que hoy en día, en un alto porcentaje, provocarían la muerte; y que en cambio, fueron sanadas con éxitos hace más de 10 siglos. Aparentemente las técnicas exitosas que usaban incluían orificios circulares obtenidos por fricción, ello debido a que los cráneos encontrados evidenciaban crecimiento óseo alrededor de la zona de craneotomía (trépano).

Las técnicas de estos cirujanos de conocimientos asombrosos se perdieron para siempre; una medicina imposible para un tiempo en que la ciencia estaba todavía en pañales. Todo un misterio que sobrecoge en pleno siglo XXI a los profesionales de la salud.

martes, 28 de octubre de 2008

Trepanaciones Craneanas




A lo largo de la Historia la medicina y el valor de las pócimas ha sido uno de los conocimientos más importantes que han existido en todas las culturas. Médicos famosos, como el incluso consagrado Dios Imhotep, dentro del viejo Egipto, dejaron un legado que es muy posible que se perdiera en gran medida.

Pero sin duda uno de los mayores misterios que nos dejaron los antiguos cirujanos, fue de que manera eran capaces de curar los cráneos de heridos en la guerra: Las Trepanaciones Craneanas.

domingo, 13 de julio de 2008

Donde se inició la Medicina Peruana


Muchos debatirán y afirmarán que la historia de la medicina en el Perú se dió lugar incluso antes de que estas tierras se llamasen PERÚ.

Soy un médico peruano, nacido desde hace 30 años aproximadamente, y desde hace más de 10 años, desde las aulas universitarias, nació la curiosidad y necesidad por comprender e investigar los inicios de la medicina en el Perú. Tal vez, mientras discutamos gracias a este espacio virtual, encontremos que la medicina peruana no nació sólo para nuestro país, sino incluso, fue cuna de la actual civilización latinoamericana.

Empezaré por preguntarme donde nació la medicina en nuestro país, con quiénes nació. Como bien se sabe, desde sus orígenes, el ser humano ha tratado de explicarse la realidad y los acontecimientos trascendentales que en ella tienen lugar, la VIDA, la MUERTE y el proceso de la ENFERMEDAD. Las primeras civilizaciones y culturas humanas basaron su práctica médica a dos pilares aparentemente opuestos:

- El empirismo primitivo.
- La medicina mágico-religiosa.

El primero aplica fundamentalmente el uso de hierbas o remedios obtenidos de la naturaleza y el segundo recurre a los dioses para intentar comprender lo inexplicable.

Basándonos es estas definiciones de la medicina primitiva, podríamos argumentar muchas hipótesis, incluso afirmar donde se inició la medicina en nuestro país, nos gustaría saber tu opinión.