viernes, 13 de agosto de 2010

La Peste en el Perú

Ilustración de la Peste en la Biblia de Toggenbur
Historia de la Peste en el Mundo
La narración más antigua de la peste la encontramos en la Biblia, en el Primer Libro de Samuel. Este libro relata que aproximadamente 1.000 años antes de Cristo, los filisteos, quienes habían arrebatado el Arca de la Alianza de los israelitas, fueron afectados por una enfermedad terrible.

El primer relato indudable de la peste bubónica es la “Gran Peste de Justiniano”. La Primera Pandemia de Peste Bubónica se originó probablemente alrededor del año 532 DC en Egipto y se extendió por el Oriente Medio y el Mediterráneo en los años siguientes, llegó a Turquía, Constantinopla y Grecia en el año 541/542 DC, a Italia en el año 543 DC, y en los territorios de Francia y Alemania  545/546 DC.  Ocasionó la muerte del 50 % de la población de esa época.


Es en el siglo XIV cuando la peste bubónica cobró millones de víctimas, dando inicio a los primeros organismos de salubridad. La Segunda Pandemia, también conocida como la “Muerte Negra o gran pestilencia”. Esta apareció en 1334 en China y luego se extendió hacia el oeste a lo largo de las grandes rutas comerciales en Tauride en el Mar Negro y, finalmente, a Constantinopla. Desde la India llegó a través de la guerra de Crimea en 1347 y fue importado después a Venecia, Génova y Sicilia. La enfermedad se propagó poco a poco e inevitablemente de pueblo en pueblo por las ratas y los seres humanos infectados, o más rápidamente de un país a otro mediante buques, se calcula mató  de 20 a 30 millones de personas en Europa (más de un tercio de la población europea), reduciendo la población mundial estimada desde 450 millones hasta 350 ó 375 millones en el año 1400. 

En el siglo XIX, la peste permaneció en Oriente, su lugar de origen. Entonces, la Tercera Pandemia probablemente se originó en la provincia china de Yunnan hacia 1855 y se extendió a la costa sur de China, causó varios brotes más pequeños. Pero en 1897 regresó afectando a casi toda Europa y luego hacia los demás continentes; entre los años 1894 y 1903, la peste había entrado en 77 puertos en los 5 continentes. En los primeros años de esta tercera pandemia la enfermedad ocasionó la muerte de 12 millones de personas en la India y China.

La Peste ingresa a América

El comercio posibilitó el ingreso de la peste bubónica a América a fines de 1899, haciendo su aparición en este continente por primera vez en Paraguay, convirtiéndose en el primer país afectado. La epidemia se inició en Asunción y Santos, extendiéndose en forma brusca. La propagación de esta enfermedad fue rápida, afectando en forma simultánea a Brasil y Argentina entre ese mismo año y principios de 1900, afectando las ciudades de Rosario, Santa Fe, Buenos Aires y Río de Janeiro.  Chile y Venezuela fueron dos de los últimos países afectados; en mayo de 1903, estalló en Iquique  la Peste bubónica que afectaría Chile, Se presume que las ratas portadoras del mal chileno subieron en el Callao y desembarcaron en Iquique y Valparaíso. En Venezuela apareció por primera vez en 1908, al parecer fue importada desde Trinidad. 

Historia de la Peste Bubónica en el Perú
La peste bubónica se presentó por primera vez en el Perú en los últimos días de abril de 1903, en el Callao y en Pisco, con una epizootia previa en las ratas encontrándose muchas de ellas enfermas y muertas sobre todo en el Molino Santa Rosa del Callao. Entre el 28 de abril y el 8 de mayo enfermaron diez trabajadores de ese establecimiento, de los cuales fallecieron seis.

Lima y Callao, año 1903
Existe un relato realizado por Carlos Cueto, que relata una Historia en 1903 de la señora Figueroa, que cuando vestía el cuerpo de su hijo Pedro para el entierro, muerto por una enfermedad desconocida  cuando trabajaba en el Molino Milne de Lima, palpó una extraña hinchazón en el cuello del cadáver. Nadie le dio importancia al descubrimiento hasta días después cuando 10 de los 60 trabajadores del Molino donde trabajaba Pedro Figueroa enfermaron gravemente del mismo mal desconocido que le afectó a Pedro, lengua seca, hinchazón de ojos, fiebre profusa y bubones del tamaño del huevo de una paloma en el cuello, la ingle y las axilas. Algunos relacionaron esta enfermedad de los trabajadores, la muerte de Pedro y el hedor de las decenas de ratas muertas en el Molino.

El Comercio Marítimo: Forma de ingreso de la Peste

Esa fue la primera noticia de la llegada de la terrible peste bubónica. Entre 1903 y 1905 la peste se extendió hasta Lima y los principales puertos del país. El origen de esta peste fue atribuido a una embarcación proveniente del puerto Tailandés de Bangkok, el foco de la pandemia de peste negra que se extendió por el mundo desde 1894. La peste acodó en el Callao a fines de diciembre de 1902 con más de 10 mil sacos de arroz para el Molino Milne; entre esos sacos también viajaban cientos de ratas infectadas. El crecimiento del número de viajes, pasajeros, mercancías y de ratas entre los puertos peruanos, puso en contacto a poblaciones sanas con enfermas. 

A principios del siglo XX, Lima y otras ciudades de la costa estaban idealmente ambientadas para cobijar ratas, pericotes y otros roedores. Estos podían difundirse rápidamente por el hacinamiento de la población, la tugurización de las viviendas, la precariedad de las construcciones, la acumulación de basuras y la persistencia de conductas antihigiénicas.

Existía en ese entonces, una pésima condición de los sistemas de desagües. La mayoría de las calles de Lima tenía acequias abiertas. Las viviendas tenían silos poco profundos y eran magníficos criaderos de ratas. Ni siquiera las mejores casas de Lima eran de concreto. La tugurización era alarmante, dando inicio a otra forma de hacinamiento: los callejones. En ellos se aglomeraban las familias, la suciedad y las ratas. Finalmente, a estas condiciones que facilitaban la multiplicación de roedores, se sumó el crecimiento del comercio internacional a comienzos del siglo XX que acentuó el contacto de los puertos peruanos con embarcaciones que provenían de regiones donde la peste era endémica. A fines de 1903, toda muerte súbita era atribuida a la peste; relacionándolas con las conocidas historias apocalípticas de la peste en la Europa medieval.

Se crearon el Lima 3 instituciones nuevas: el Instituto Municipal de Higiene, la Dirección de Salubridad Pública y la Junta Directiva de la Campaña contra la Peste Bubónica de la Provincia de Lima. De estas, fue la Junta la que alcanzó mayor notoriedad durante la epidemia, teniendo como presidente al destacado médico italiano Juan B. Agnoli, formado en la Facultad de Medicina de Bologna, quien llegó a Lima en 1887 y se convirtió en uno de los médicos más importantes del Hospital Italiano.

La peste llegó en una época cuando no era común que la medicina afectase la vida cotidiana de las personas. Para ello y la conocida gala “criolla” del limeño de siempre, se “crearon” insumos que eran vendidos como la salvación de la peste: como el “Jabón Fénico”, el licor “Fernet Branca”, y la “Lejía Anti-bubónica”. La medicina doméstica y tradicional tenía sus propias explicaciones. Muchos consideraban a la peste como un ser maligno que no había que ofender ni obstaculizar. 

Por su lado, los sueros y las vacunas promovidos por la Junta fueron objetos de polémicas;  la rudeza con que se trató a los enfermos fue objeto para la resistencia a ellos (se ocultaban a los enfermos), los aislamientos forzosos (producían las huidas de Lima y fugas de los centros de aislamiento) y la incineración.

El Lazareto de Guía - Lima, Perú
El Lazareto era una instalación semi aislada, utilizado como centro para tratar a los enfermos de la Peste. Una de estas, el Lazareto de Guía , se levantó en una pampa árida que existía en la entrada norte de Lima (distrito actual de San Martín de Porres).  El Lazareto contaba con dos pabellones para varones y dos para mujeres. Los enfermos debían tomar un purgante y mantener una rígida dieta de leche y agua de grama (una planta medicinal) y llegaban a la convalecencia muy débiles. Para muchos, recuperarse de la peste era una antesala para caer víctima de otros males, como la tuberculosis, debido al estado débil del paciente. El temor popular al lazareto se incrementó por la mortandad entre sus “pacientes” que, entre 1903 y 1905, llegó al 52%.

La desratización fue una de las primeras medidas a tomar, la eliminación de cuyes y conejos, la quema de harina proveniente del Callao, así como se cierran escuelas, se pide suero anti bubónico de Lima y se publican instrucciones en los periódicos, se evita que llegue correspondencia de puertos infestados se prohíbe el entierro de los muertos en el cementerio y se habilita otro lugar.

Como la mayoría de enfermos provenían de barrios pobres, la peste se convirtió en un mal considerado típico de la clase baja. Los enfermos eran albañiles, jornaleros, penes, lavanderas, domésticas, carniceros y otros vendedores de alimentos. Los mismos nombres con que se denominaba a los pacientes (“pestosos” o “apestados”), aumentaron la connotación negativa y el estigma hacia al suciedad, la inmundicia y al enfermedad. Por ello, la negación de la peste fue una manera de diferenciarse de los grupos inferiores. Las familias pudientes ocultaban el mal, antes que admitir que habían caído víctimas de la peste.

En total, en el Perú entre 1903 y 1930 hubo 19829 casos de peste bubónica, de los cuales fallecieron el 50% de ellos.

Posteriormente, se presentó otra epidemia de Peste Bubónica entre los años 1932 y 1934, que abarcaron inicialmente los Departamentos de Piura, Lambayeque,  La Libertad, Lima, El Callao y luego se traslado hasta Chimbote. La ciudad de Lima tuvo infecciones durante los 3 años en mención.

El total de pueblos de estos departamentos infectados con Peste Bubónica durante aquellos 3 años en el Perú, fue de 98 pueblos o ciudades. En 18 lugares tuvieron 2 años de peste continuos y en 6 lugares tuvieron peste, los 3 años continuos, incluyendo Lima. El total de casos de peste durante los 3 años sumó 210 casos, siendo el año 1933, el que más casos tuvo (107 casos en 58 focos).

Actualidad de la Peste
En el año 1991, 1966 casos de peste humana fueron registrados a nivel mundial, en 1997, el número fue de 4058. Estas cifras son las más altas de los últimos 20 años. Esos aumentos en el número de casos de peste humana, junto con la reaparición de las epidemias en países como Malawi, Mozambique y la India en 2002 y 2003 dieron lugar a su reconocimiento como una enfermedad infecciosa re emergente.

Las zonas donde aún prevalece, son Cajamarca, Lambayeque y Piura. En Trujillo, en cambio, afectados con peste bubónica en 1903 a 1930, sumaron 4293 casos; en 1996 se reportaron 205 casos: Gran Chimú (180 afectados), Otuzco (20 infectados), Ascope y Chicama, con seis fallecidos. Tras 13 años de silencio epidemiológico, se detectaron en el 2009 cinco casos confirmados de peste bubónica en el sector de Santa Clara, comprensión de Casa Grande.

Bubón de la Peste: Signología típica
La Organización Panamericana de la Salud lanzó un Alerta Internacional luego que el Ministerio de Salud del Perú confirmara en la semana epidemiológica (SE) 28 de este año (2010),  el primer caso de peste neumónica en una paciente de 29 años procedente del distrito de Chocope, provincia de Ascope, departamento La Libertad, al norte del Perú. En la paciente no se había identificado presencia o antecedente de bubones. Posteriormente otros 3 casos fueron registrados. Todos ellos confirmados por pruebas laboratoriales. Información de prensa, hasta el día 6 de agosto indica que el número de casos se elevó a 30 y se confirmó la muerte de un adolescente de 14 años.

El brote –registrado en la provincia de Ascope - presentó 31 casos, 25 eran de peste bubónica, 4 de peste neumónica y 2 de peste septicémica. Perú ha sufrido por muchos años Peste Bubónica endémica silvestre, y brotes de intensidad variable en 11 provincias del país. 




Referencias Bibliográficas.-

- Bitácora Médica: Dra. Ana Carvajal y Dr. José Félix Oletta (Venezuela)
- Marcos Cueto, "El regreso de las epidemias salud y sociedad en el Perú del siglo XX". Lima: IEP, 1997) 
- Rev Chil Infect Edición aniversario 2003; 96-97
- Blog de Carlos A. Loayza Palomino. Trujillo



Editado por Historia de la Medicina Peruana - Dr. Jampieer Sánchez Castillo.

martes, 11 de mayo de 2010

Anales Medicales: Revista Médica Decana del Perú

“Don Abel Victorino Brandin, Doctor en Medicina de la Universidad de París, caballero de la orden real de la legión de honor de Francia, de las academias de Europa y de América: Sanitatis initium, sentir e sibi opus esse remedio”. Es la presentación de la primera página de lo que fue la primera revista médica peruana, que con el nombre de Anales Medicales, fue publicada en 1827, por este ilustre médico francés; el mismo que introdujese en la América Meridional, el uso del Sulfato de Quinina (Sal de la Quinina) en el tratamiento de las fiebres palúdicas.

Como referencias cronológicas, desde los dibujos esquemáticos del Imperio Antiguo, los hallazgos arqueológicos de instrumental quirúrgico y los papiros del tiempo de los faraones, son fuentes donde se evidencia la idea que se tenía en relación con las causas de las enfermedades y con el modo de curarlas desde la antiquísima cultura egipcia, regida por el pensamiento mágico-religioso. Específicamente los 14 papiros médicos, existentes en diferente estado de conservación, son más bien tratados prácticos, donde la teoría no está explícita y hay que deducirla de los enunciados y las descripciones.

En realidad, la tendencia a registrar la actividad práctica por encima de las explicaciones teóricas, ha sido un fenómeno vinculado a la evolución de las ciencias en general, mantenido incluso con posterioridad al siglo XVIII, el cual se considera como el que marcó el inicio de la prosa científica y de la profesión médica moderna.

La primera revista médica del mundo fue publicada en 1632, en Italia, con el nombre de Quaestio Iatrophlica (Cuestiones Médicas), por Giacomo Faccioti. La Revista Ephemeriden, publicada a partir de 1670 por la Academia Alemana de Ciencias Leopoldina es mencionada como “La primera revista médica y de ciencias naturales del mundo”. Ephemeriden es publicada hasta nuestros días con el nombre de Nova Acta Leopoldina.


Otros textos hacen figurar a la aparición en 1665 de la “primera revista científica” bajo el título de Journal des Scavans y en 1679 de la “primera revista genuinamente médica”, la Nouvelles Découvertes, editadas ambas en la ciudad de Paris, por Nicolás de Blegny.

Todo ello significó el inicio de un movimiento que involucró luego, además de a Francia, a otras 2 naciones del "Viejo Mundo" y a 1 de América, de manera que, a finales del siglo XVIII, la ciencia de curar las enfermedades contaba con 55 revistas alemanas, 4 inglesas, 3 francesas y con 1 de un país del continente americano, casi todas con la misma inclinación a dar prioridad a los asuntos de orden práctico.

El sábado 17 de octubre del año 1772, se publicó en México, el Mercurio Volante, la primera revista dedicada a la medicina que se produjo en el continente americano, editado por el Doctor José Ignacio Bartolache y Díaz de Posadas. Como no era de su agrado el oficio de visitar enfermos, Bartolache se dio la tarea de crear una publicación periódica ilustrada para divulgar asuntos relacionados con la medicina. El Mercurio Volante, de publicación más o menos semanal, tuvo solo 16 ediciones hasta febrero de 1773.


Ya en el Siglo siguiente, vienen apareciendo nuevas revistas en latinoamerica. Es así como en 1822, aparece la primera revista brasileña, con el título de Folha Medicinal do Maranhao.

En Perú, la primera intención de publicar artículos “académicos” se dio en Enero de 1791, cuando apareció el Mercurio Peruano, publicado por los intelectuales agrupados en la llamada Sociedad Amantes del País; aunque, de acuerdo a su contenido, sólo el 25% de los temas estuvieron referidos a las ciencias y muy poco a los problemas médicos de la época.

Es así que recién en el año 1827, El Dr. Abel Victorino Brandin (francés) publica Anales Medicales: Semanario de Medicina, Cirujia, Boticaria, Historia Natural, &. La intención original de Brandin fue realizar a través de su publicación, un análisis crítico de las publicaciones recientes sobre las materias mencionadas.


Anales Medicales es una revista que no se encuentra en ninguna de las bibliotecas de las facultades de medicina que tenemos. En 1928, el doctor Hermilio Valdizán anotó que cuatro números de dicha revista se encontraban en el tomo 132 de Papeles Varios del Perú. Actualmente no se le encuentra entre las publicaciones periódicas y es muy probable que haya desaparecido durante el incendio que destruyó la Biblioteca Nacional el 10 de mayo de 1943.

Abel Victorino Brandin, nacido en Leuvres, Seine et Oise, llegó de Europa a la Argentina y luego a Chile antes de arribar a territorio peruano. Estando en Árica, tuvo la ocasión de ver cómo las fiebres palúdicas afectaron considerablemente a las tropas chilenas que se aprestaban a embarcarse para unirse al grueso de la expedición libertadora y de administrar el sulfato de quinina como tratamiento por primera vez en esta parte del continente. Brandin, observador y escritor nato, publicó esta experiencia en la obra Relación de la última expedición de Chile al Perú o Exposición histórico medical.

Brandin trató de difundir en el medio el uso del sulfato de quinina, el principio activo de la quina que Europa devolvía a América como sal purificada. También trataría de imponer, entre otras sustancias químicas, el sulfuro de potasio para el tratamiento de la sarna.

Una de las primeras cosas que llamó la atención a Brandin fue el hecho de que los médicos peruanos no contaban con una revista propiamente médica.

La justificación de esta realidad la dio el propio Brandin en la "Advertencia" del primer número de su periódico médico al decir que "este gran silencio debe atribuirse a la naturaleza de los gobiernos, al estado de guerra, y acontecimientos políticos que se han sucedido en el Perú". Brandin decidió sacar a luz un periódico o revista médica.

El primer número (Edición 1) contiene 5 capítulos, cada unos sobre un Área diferente del conocimiento en Salud:
-        MEDICINA: “Hygiena pública, ó medicina profiláctica, medio de conservar la salud, y precaver las enfermedades”. En la Página 1.
-          CIRUJIA (sic): “Dos palabras sobre la cirujía y las ulceras”. En la página 7.
-          BOTICARIA: “Lo que es, y lo que debe ser. Sulfato de quinine, hecho por la primera vez en el Perú, en abril 1827”. En la página 12.
-          HISTORIA NATURAL: Su objeto, inmensidad de su  estencion, Gabinete de historia natural en Lima”. En la página 14.
-          FISIOLOJIA MEDICAL (sic): “Influencia de los nervios, sobre la acción de las arterias y secreciones, y nuevas consecuencias con relación al calor animal”. En la página 20.

Poco después salió el segundo número que se ocupó de la epidemia de Lima de 1818, de una preñez extrauterina publicada por la obstetriz francesa Benita Paulina Cadeau de Fessel, el uso de nuevos medicamentos (sulfato de quinina, estricnina, morfina, emetina, el ácido prúsico y el yodo), la distinción entre la sangre noble y plebeya y un estudio genealógico sobre el conde De las Casas.

Llegaron a salir cinco números de Anales Medicales, lo que se puede colegir por el aviso publicado en El Mercurio Peruano. En este corto periodo de existencia, siete semanas, el semanario médico se retrasó rápidamente para luego dejar de salir. Los causantes de su pronta extinción fueron, nuevamente, la falta de suscriptores y los ilustrados locales que se empeñaron en burlarse de las frecuentes faltas ortográficas en los impresos del pintoresco Brandin y en desprestigiarlo. 

Posteriormente aparecieron otras publicaciones de índole médico, como la Gaceta Médica de Lima, en 1856; la cual vendría a ser la primera revista médica publicada por los médicos peruanos. Luego, en 1884, luego de la ocupación chilena, tras perderse la Guerra del Pacífico, los estudiantes de medicina liderados por Leonidas Avendaño publicaron la Crónica Médica, revista que saldría hasta 1970. En 1885 apareció el Monitor Médico, cuyo editor fue el Dr. Casimiro Ulloa. Asimismo, en 1918 apareció Anales de la Facultad de Medicina de Lima, cuyo editor fue el Dr. Hermilio Valdizán; todas ellas mencionadas como precursoras de la Publicación Médica en el Perú.

En cuanto al comentario sobre los motivos por los cuales Brandin justificó a los médicos peruanos por el hecho de no publicar sus experiencias, Valdizán escribió más tarde: «Error profundo del Dr. Brandin; no era el estado de guerra culpable de la falta de publicaciones científicas en el Perú; ni eran culpables de este silencio los acontecimientos políticos; era nuestra apatía, esa apatía que tanto daño continúa haciéndonos y que hace inexplicable el criterio de, con la mejor buena voluntad, colabora en una obra cualquiera y al creer que, en la hora actual, hay "elegidos" para el cultivo de tal o cual disciplina».

Referencias Bibliográficas.-
1.       Tuoto, E. AS PRIMERAS REVISTAS MÉDICAS.
2.       López, J. LA PRIMERA REVISTA MÉDICA DE AMÉRICA.
Rev Cub Prof Inf Sal ACIMED. 2000; 8 (2): 133-39
3.       Neyra, J. CONTRIBUCIÓN DE LA MEDICINA FRANCESA AL DESARROLLO DE LA MEDICINA PERUANA.
Imágenes Históricas de la Medicina Peruana. Lima 1997.
4.       Pamo, O. ANALES MEDICALES, LA PRIMERA REVISTA MÉDICA PERUANA
Boletín de la Sociedad Peruana de Medicina Interna. Vol. 10 Nº 3 – 1997
5.       Pamo, O. ESTADO ACTUAL DE LAS PUBLICACIONES PERIÓDICAS CIENTÍFICAS MÉDICAS DEL PERÚ.
Rev Med Hered. Vol. 16, Nº 1. Ene-mar 2005.

Editado por Historia de la Medicina Peruana - Dr. Jampieer Sánchez Castillo.

sábado, 27 de marzo de 2010

San Andrés: Primer Hospital de Sudamérica

En el local ubicado en Huallaga 846, un enorme plástico azul cumple las funciones de techo; las paredes, de barro gastado, han sido toscamente tarrajeadas y pintadas de blanco; su piso, de tierra, ha sido cubierto por kilos de cemento, se encuentra ubicado lo que alguna vez fue el famoso Hospital Real de San Andrés, el primer nosocomio del Perú y Sudamérica y donde, se dice, estarían enterradas las momias de Pachacútec, Túpac Yupanqui y Huayna Cápac.
El historiador Teodoro Hampe y el arqueólogo Antonio Coello son algunos de los investigadores que lideraron las excavaciones del 2001 y 2005 para rescatar los restos incaicos que fueron depositados aquí por orden del virrey Marqués de Cañete, hacia 1560, a fin de que los pobladores andinos no los siguieran adorando.
Las crónicas del Inca Garcilaso de la Vega, las del jesuita español José de Acosta (1590) y las del padre agustino Antonio de la Calancha (1638) confirman que las momias fueron traídas a Lima. Sin embargo, los trabajos arqueológicos que inició José de la Riva Agüero en 1937 y que fueron retomados por Hampe y Coello, en los años señalados, aún no logran desentrañar el misterio.
Hampe señala que el apoyo que les dio, en ese entonces, la Universidad de Chicago fue importante para develar la existencia de cinco lugares subterráneos con evidencias de entierros. Los trabajos se suspendieron por falta de financiamiento y solo algunas zonas fueron exploradas.
El Hospital Real de San Andrés fue el primer nosocomio de los españoles y el primer local de lo que sería la Facultad de Medicina de San Marcos, y empezó a funcionar en 1811 como tal, con Hipólito Unanue como uno de sus fundadores. Venían de todo el país a estudiar aquí y regresaban a sus provincias a ejercer la carrera. Por sus aulas pasaron Cayetano Heredia, Daniel Alcides Carrión y muchos otros grandes.


El Hospital Real de San Andrés fue construido a mediados del siglo XVI, gracias al apoyo que el clérigo Francisco de Molina recibió del Virrey Andrés Hurtado de Mendoza, Marquez de Cañete; precisamente en agradecimiento, recibió el naciente nosocomio el nombre de pila de su benefactor. El cronista Fernando de Montesinos -citado por Juan B. Lastres-, nos narra a continuación el acto fundacional:

"1560, vivía en este tiempo en Lima, un varón puro y santo llamado Francisco de Molina, clérigo; era natural simplícimo y sencillo, y tan caritativo, que llevaba a los pobres españoles a curar a su casa; doliase mucho porque en ella no había capacidad para curarlos tenia de ordinario seis camas y procurabales a los enfermos todo regalo; eran muchos los que acudían a valerse de su caridad, y hallándose imposibilitado de curarlos en la pequeña casa, pidió al Virrey le diera un sitio para llevar allí a sus pobres; diole el arrabal que es hoy el sitio donde está el Hospital de San Andrés, con cargo que el Hospital se había de llamar deste nombre en memoria del suyo (El Virrey Don Andrés Hurtado de Mendoza) (...)".

Al ser un Hospital Real, se encontraba bajo el patronazgo de la corona, la cual brindaba un aporte anual para su mantenimiento. Según Agustín Iza y Oswaldo Salaverry, "en esas épocas la atención de los enfermos era un acto de caridad cristiana. La salud era un don divino y la enfermedad una prueba de fe. El médico se formaba más como académico que como práctico y socialmente era mejor considerado en cuanto podía comentar adecuadamente los clásicos hipocráticos y galénicos.

El principal objetivo al fundar un Hospital era brindar un ambiente para el buen morir. Los que padecían una enfermedad ligera o curable eran atendidos en sus domicilios". No se puede dejar de citar aquí la halagadora descripción que hizo Vásquez Espinoza -recogida también por Juan B. Lastres-: "El hospital Real de San Andrés fundó la piedad del Marquez de Cañete el viejo don Hurtado de mendoça, puede competir con los mejores del mundo, por que sin límite recibe, y sin favores humanos los enfermos de todas enfermedades, que por salas diferentes se reparten, sus salas, sitio, y oficinas parecen un pueblo, tiene casa aparte de locos, y aunque en hábitos de terceros tiene algunas personas sirvientes, tiene cantidad de esclavos y esclavas para el servicio de los pobres (...)".

Inclusive en 1816, el informe del Protomédico interino del Virreinato Miguel Tafur -citado por Óscar Valdivia Ponce- elogiaba la labor del Hospital Real en el cuidado de los alienados, al compararlo con otros establecimientos: "Allí (el Hospital de San Pedro), nada pueden adelantar los locos, sujetos a una cadena si son bravos o confinados a celdas si son mansos. Allí no hay loquería destinada al cuidado privativo de ellos, ni un loquero que se encargue de su aseo, limpieza y particular asistencia (...). La única casa que tenemos para estos es la loquería de San Andrés a donde se les cuida como exige su constitución, bañándolos, aseándolos y asistiéndolos del modo más conveniente al común y a cada uno en particular.

Así el bien de la humanidad me estimula a lamentar el desorden y preocupación de que solo han de ir a ella los locos seculares, desdeñándose el clero y comunidades de readmitir allí los suyos (...) muchos se curarían sin duda, si en los conventos tuviesen asistencia y cuidado con que tales enfermos se tiene en la loquería de San Andrés, cuidado y asistencia que es imposible proporcionar en el Hospital de San Pedro y en las enfermerías de los conventos, a pesar de la dedicación y esmero que hay en todas ellas para la asistencia de las demás enfermedades".


Desde 1753, se había ordenado por soberana resolución, la creación de un anfiteatro anatómico "para que se instruyan los cirujanos y médicos de esta capital". La anatomía, hasta ese entonces, se había enseñado sólo teóricamente; según Agustín Iza y Oswaldo Salaverry, a los catedráticos de las asignaturas de método y anatomía se les designaba con el nombre de catedráticos in partibus (de anillo), porque no ejercían el cargo. En el "Libro de Actas de la Universidad" de 1780 (citado por Juan B. Lastres), puede leerse lo siguiente: "Que en efecto, en esos días le había ordenado pasase al Hospital de San Andrés, y en Consorcio de Cathedratico de Anatomía y del Protomédico hiciese reconocimiento de alguna Sala o lugar cómodo en donde pudiese formar un Anfiteatro para disecciones Anatómicas según lo tenía ordenado su Majestad muchos años antes".

No fue sin embargo, hasta noviembre de 1792, que la orden real se vio cumplida, al inaugurarse el anhelado anfiteatro, gracias a las gestiones de Hipólito Unanue y el apoyo del Virrey Frey Francisco Gil de Taboada y Lemos y Villamarín; en la ceremonia, pronunció Unanue su famosa oración "Decadencia y restauración del Perú".

A mediados del siglo XIX, el declive de la atención manicomial era evidente. Casimiro Ulloa, en la Gaceta Médica de Lima de 1857, se refirió a las loquerías de Santa Ana y San Andrés en los siguientes términos (citado por Óscar Valdivia Ponce): "hemos recorrido esas especies de cárceles que en Lima se honra con el nombre de casa de locos, nuestro corazón ha sido cruelmente herido de pesadumbre y angustia. Al ver el semblante de estos desdichados recostados en inmundos colchones sobre el suelo, o sobre gruesas tarimas, encerrados a pares en estrechas y húmedas celdas, sin más mueble que las vasijas de barro indispensable a sus más apremiantes necesidades: al verlos atados a las paredes de ellas con cadenas de hierro, o colocados sus pies en un cepo al mirarlos vagar por un corredor estrecho, sin otro cuadro a que volver los ojos que el espectáculo de las desgracias de sus compañeros de cárcel, no hemos podido alejar de nuestra memoria el recuerdo de las lastimosas escenas de que hemos hecho mención".

El mismo Casimiro Ulloa (citado ahora por Juan B. Lastres) dijo en otro momento, refiriéndose a la loquería de San Andrés: "sin estar en deplorables condiciones, deja sin embargo, mucho que desear porque los infelices amentes muden cuanto antes del alojamiento. Allí hay es cierto más aseo, más vigilancia; pero todo esto no toca la medida de lo que se puede hacer en este género de servicios públicos". Por otro lado, según Baltazar Caravedo, el médico Miguel E. De los Ríos informó en 1853 a la Sociedad de Beneficencia Pública, "sobre el estado lamentable en que se encontraba la loquería que funciona en dicho establecimiento (el Hospital de San Andrés), solicitando para los enajenados, régimen menos cruel. Los pobres enfermos eran considerados como en tiempo de la colonia: encerrados en inmundos calabozos o sujetos con cadenas a los muros, sufrían el maltrato de guardianes convencidos de que la agresión era el mejor procedimiento para dominar a los agitados, a los indisciplinados y para todos aquellos que perturbaran la tranquilidad de la casa o de sus cuidadores".

El desprestigio de las loquerías de San Andrés y Santa Ana fue el motor que impulsó la fundación del Hospital Civil de la Misericordia (más conocido como Hospicio del Cercado), el cual funcionó desde 1859 hasta 1917, y al que fueron trasladados los enfermos mentales de las loquerías (de aquél sólo hemos llegado a ver 
una placa en el museo del Hospital Víctor Larco Herrera).


El Hospital de San Andrés siguió funcionando hasta el 8 de marzo de 1875, cuando todos los pacientes pasaron al recién inaugurado Hospital Dos de Mayo. El local funcionó entonces como convento de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul, y desde 1929, de las Hijas de María Inmaculada. Posteriormente, parte del terreno terminó convertido en la actual Comisaría de San Andrés (frente a la Plaza Italia), y el resto fue utilizado por el Colegio Óscar Miró Quesada, hasta que en el 2007 los alumnos fueron evacuados por Defensa Civil, por riesgo de derrumbe.

Quedan muy pocos espacios, y bastante deteriorados, de lo que fue la planta tradicional del hospital y nada casi de lo que fueron los claustros de medicina, pues lo que fue el anfiteatro de anatomía lo ocupó y transformó la comisaría de San Andrés. Pero es la más antigua edificación virreinal que existe y tiene un valor histórico notable. Se han presentado proyectos para constituirlo como un museo. Que sea eso o un centro cultural, pero que se conserve.

Desde diciembre del 2009 la Sociedad de Beneficencia de Lima Metropolitana (SBLM) administra los 5 mil m2 que quedan de los 10 mil que tenía el otrora hospital San Andrés cuando se fundó en 1552.

Los investigadores, miembros de las facultades de medicina y la misma beneficencia coinciden en la necesidad de rehabilitar y convertir San Andrés en el museo de la medicina, ya que fue la cuna de esta profesión.
Motivos no faltan: el local que ocupaba el colegio conserva el cementerio, el patio y el loquerío (antecedente del manicomio) que formaban parte del hospital, así como una capilla de mediados de 1800. Una historia arquitectónica que merece un capítulo aparte.
Información e imágenes de: Oswaldo Salaverry. Profesor de Historia de la Medicina-UNMSM. Santiago Stucchi Portocarrero (Blog Psiquiatría Histórica).  Médico Psiquiatra. Diario El Comercio