Cuando Carrión llegó a Lima, rápidamente pudo percibir los contrastes que dividían a la Capital del Perú. Las diferencias estaban a la vista, bastaba recorrer un poco sus calles: Un centro colonial de casonas, grandes puertas y balcones tallados; y en las afueras, las viviendas rústicas, donde vivían la mayoría de sus casi 100 mil habitantes.
Durante sus primeros días en la capital, caminó por los hermosos balnearios de Lima (Miraflores, Barranco y Chorrillos), construidos con el dinero de la explotación del guano, de los minerales y de las haciendas agroexportadoras. Posiblemente quedó maravillado por la visión del Océano, tan plano y extenso, y en tono diferente, al paisaje accidentado y pétreo de su tierra andina.
Pero él había venido a buscar la Lima intelectual, la capital ilustrada, la de los maestros que escribían en los periódicos y publicaban libros. Esa Lima, empezaba en el Colegio Guadalupe, el más antiguo y prestigioso del país, donde se matriculó para terminar su secundaria.
Los hombres que dictaban clases allí, eran más que profesores, eran los líderes intelectuales de la época; y los alumnos, casi niños todavía, tenían la oportunidad de compartir con ellos, las teorías más novedosas y las ideas más avanzadas de la época.
Los días escolares también amigos, su carácter reservado se abrió a 4 condiscípulos, con quienes empezó una larga y entrañable relación. Sus nombres han quedado unidos al suyo: Mariano Alcedan, Casimiro Medina, Enrique Mestanza y Julián Arce. Años después, todos ellos estarían junto a su cama de enfermo, cuidándolo y alentándolo, cuando realizó el riesgoso experimento de estudiar la Fiebre de la Oroya en su propio cuerpo.
Tal vez estos 4 amigos sonrieron sorprendidos cuando Carrión les comunicó que había pensado ponerse un nombre más, para unirlo al de Daniel, con el que lo bautizaron sus padres. Quería llamarse Alcides, porque en el curso de griego, había descubierto que "Alcides" significa "fuerte y sereno ante las adversidades". El quería desde ese momento, honrar y merecer ese nombre. Y así se quedó: Daniel Alcides, por decisión propia, y para siempre.
Terminando sus estudios escolares, los 5 amigos ingresaron a la Facultad de Ciencias de la Universidad Mayor de San Marcos. Los estudios en estas aulas eran requisito, para 3 años después, postular a la Facultad de Medicina de San Fernando.
Durante esos primeros años en la Facultad de Ciencias, Carrión y sus amigos discutían y asimilaban la nueva visión del mundo, que venía desde Europa. Como nunca antes, se buscaba explicar la naturaleza mediante leyes; y generalmente, contradiciendo la propia fe.
Para los jóvenes de entonces se hacía dificil, que todo se movía, de acuerdo a la divina providencia. La razón y la Ciencia, exigían repuestas más profundas.
Entre el notable grupo de profesores de la Facultad de Ciencias, estaba el naturalista, don Antonio Raimondi. El dictaba clases de Historia Natural, Química Analítica y Minerología. Carrión le tenía una particular estima, porque el sabio italiano, en sus interminables recorridos por el Perú, había trepado hasta Cerro de Pasco, su lejana y entrañada tierra.
Allá en la puna, permanecían sus padres y hermanos (Teodoro y Mario), allá estaba el calor familiar, mientras él en Lima soportaba la nostalgia en modestas pensiones en Lima. En ese tiempo el joven Carrión escribió: "Mi jamás olvidada mamá, estoy haciendo todos los esfuerzos para estar en compañía de ustedes".
En sus breves periodos vacacionales, regresaba a Cerro, a esa tierra fría y solitaria, difícil de amar cuando no se ha nacido allí. Durante sus últimas vacaciones escolares no pudo viajar, tenía que prepararse para postular a la Facultad de Medicina de San Fernando; no había sido aceptado en un primer y apurado intento, pero no se desalentó.
Decidió estudiar más intensamente, probar de nuevo, y en eso estaba, cuando una mañana del 5 de abril de 1879, los periódicos aparecieron proclamando en grandes titulares: "El Perú está en peligro, Chile nos declara la Guerra".
Cuando Carrión ingresó a la Facultad de Medicina, los ecos de la guerra eran cada día más amenazadores, Grau por el mar y Bolognesi por tierra habían perdido la principal defensa nacional; la ocupación enemiga de nuestro territorio, era cuestión de semanas.
Pronto, Lima vivía las estrecheses de la guerra y las angustias de una probable destrucción.
Extraído de: "Grandes Biografías". Por: Alejandro Guerrero.
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